Sears

Las noticias de la última quincena nos traen la información de que Sears Holdings, así llamada desde que fue adquirida por Kmart en 2005, se ha declarado en quiebra en los Estados Unidos. Es triste ya que se trata de una empresa fundada en 1893, en Chicago, por Richard W. Sears y Alvah Roebuck, innovadora en muchos aspectos entre otros las ventas por catálogo. Sus intentos por modernizarse no fueron exitosos y sus ventas comenzaron a decaer desde hace varios años, además de algunas intervenciones poco afortunadas de algunos socios.

Llegó a México el 27 de febrero de 1947 y cambió en muchos aspectos las ideas de los consumidores de la ciudad de México. En la actualidad, en México, los derechos los tiene Grupo Carso quien es poseedor del 99% del capital, así que lo sucedido en Estados Unidos no le afectará ya que son, en realidad, dos tiendas diferentes. Pero, aquella departamental original que llegó a México sí era totalmente dependiente de su matriz estadounidense y comenzó por cambiar la idea citadina de que para comprar cualquier cosa “debía irse al centro de la ciudad” dónde se encontraban los grandes almacenes como Liverpool, Palacio de Hierro, París-Londres y el Puerto de Veracruz. Se ubicó en la avenida de los Insurgentes en un polo de nuevo desarrollo que fue creciendo a lo largo de los siguientes cincuenta años, acompañada  por Woolworth, otra típica tienda estadounidense, en algún momento propiedad de Bárbara Hutton.

Repitió la idea que había tenido mucho éxito en Estados Unidos de vender ciertos productos que no eran típicos de una tienda departamental como llantas, refacciones automotrices y herramientas. Introdujo marcas nuevas y durante muchos años en las casas mexicanas hubo productos Kenmore o Kelvinator, de los cuales la propia tienda extendía garantías y servicios de reparación que eran sumamente valorados. Su departamento de juguetería fue legendario, con un tren eléctrico que la recorría en su totalidad.

En 1997 la inversión de Grupo Carso empieza y se va ampliando hasta llegar al 99%, pero la tienda ya no es la misma, aunque debemos agradecer que sobreviva.

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¿Carrera técnica o licenciatura?

Artículo escrito en colaboración con María del Carmen Morfín

Algunos campos laborales compartieron un desarrollo similar en los últimos cincuenta años, dónde las carreras técnicas, estudiadas después de la secundaria, junto con el bachillerato o independientemente de él, florecieron y ahora viven su inexorable decadencia. La contabilidad y el turismo han tenido historias paralelas al respecto.

La Contaduría en el siglo pasado vio convivir al Contador Privado a nivel técnico y al Contador Público a nivel licenciatura. El Contador Privado fue el encargado de labores rutinarias, del registro de operaciones cada vez más abundantes en las empresas, cuando aparecieron las máquinas electromecánicas de contabilidad se hizo cargo de operarlas, así como después los paquetes contables en computadora. La decadencia inició cuando la gran cantidad de trabajo rutinario contable fue realizado de manera automática gracias a lectores ópticos y a los ERP (Enterprise Resource Planning), Sistemas de Planificación para Recursos Empresariales que automatizaron la contabilidad de la empresa. El Contador Privado como un auxiliar operativo desapareció totalmente sustituido por la tecnología y por programadores que, guiados por contadores públicos diseñaron la automatización de los procesos contables.

La carrera técnica aislada no sobrevivió y, en la actualidad, sólo se estudia como un bachillerato técnico, pero los futurólogos hacen las más negras predicciones sobre su porvenir. Evolucionada la licenciatura contable tiene largo vida.

A su vez, las licenciaturas en las diferentes áreas y funciones de la actividad turística, hotelera y gastronómica, transformaron la visión real de la “profesión del servicio”, donde las cualidades innatas del joven son menospreciadas por el propio estudiante (evitando realizar una carrera técnica – para llamarse y distinguirse como licenciado- aunque sea valorado como técnico exclusivamente), convenientemente para el empresario, aunque disfrazado en la realidad, contratan licenciados, para hacer las veces de técnicos. Es mano de obra barata, donde la propia educación “académica” llegó para cubrir funciones necesarias para el desarrollo del campo turístico, de atención especializada con gran disciplina, pero mal pagada y mal juzgada. Nos falta mucho para alcanzar en este país y en varios turísticamente reconocidos, posicionar la profesionalización de esta maravillosa forma de vida, de saber qué hacer (por sentido común), cómo hacerlo y desarrollarlo de forma natural.

Quizás sea la creencia malamente influenciada, por el inicio de la educación en aras del turismo de nuestro país; cuando las grandes cadenas hoteleras tuvieron cabida en México (como mina de oro para invertir), donde los mandos directivos y gerenciales, solo eran ocupados por extranjeros y, los puestos operativos ocupados con las cualidades del mexicano, humildemente, pero con el “toque de servicio característico”. Sin duda de manera natural supera toda expectativa no solo del inversionista, sino del mismo turista, por algo hemos sido denominados “el país amigo del turista”.

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Los contadores, los abogados y el futuro

Desde el siglo pasado, antes de las fusiones de los grandes despachos de auditores, la representación en México de Coopers & Lybrand la tenía el Despacho Roberto Casas Alatriste. Con una gran reputación en la auditoría financiera, fiscal y en la consultoría tenía, entre otras características, que de los dos hijos de su fundador, uno de ellos Rogerio era contador y director de la firma, mientras que Roberto, el otro hijo, era abogado. Ambos bufetes ocupaban diferentes pisos en el mismo edificio, se apoyaban y procuraban dar un servicio más completo que el de sus competidores, abarcando ambos mundos: el contable y el legal.

Es importante señalar este precedente mexicano, porque diversos observadores señalan (hay incluso un artículo en The Economist al respecto publicado en 2015) cómo los grandes despachos de auditoría están integrando a los abogados, para ofrecer bajo un mismo techo ambos servicios a sus clientes. No olvidemos que esto sucede después del difícil inició de siglo que tuvo la auditoría, dónde grandes firmas fueron obligadas a escindirse porque se estimaba que no había la suficiente independencia para el auditor si, por ejemplo, ejercía funciones de consultoría con la misma empresa auditada. También hay que señalar que pasa cuando la abogacía sufre invasiones por parte de quienes han establecido páginas de internet y, sin ser licenciados en derecho, ofrecen servicios de elaboración de una diversidad de contratos a precios económicos, comparados con los honorarios de un abogado.

La Contaduría Pública ha gozado de una inmensa confianza por parte de los hombres de negocios, especialmente en nuestro país, y suena legítimo que los auditores, constantemente solicitados por sus clientes para intervenir en áreas que no son de su estricta competencia, busquen la alianza de los abogados. La tecnología ha permitido al contador público liberarse del yugo del registro de las operaciones y de la presentación de declaraciones de impuestos, lo cual empiezan a hacer las computadoras por él y están en camino de relevarlo totalmente de esa esclavitud, para que enfoque sus talentos a labores más elevadas y a la búsqueda de caminos para mejorar y diversificar los servicios que ofrece a sus clientes.

En su libro ¡Sálvese quien pueda! el periodista Andrés Oppenheimer analiza lo que puede suceder en el futuro con diversos profesionales gracias al creciente advenimiento de la tecnología en todas las áreas y curiosamente los contadores son de los mejor librados en este estudio, lo cual no sucede con otras profesiones. Nos comparte que los ingresos sumados de los cuatro grandes despachos de auditores son un tercio mayores que los de las cien firmas más grandes de abogados, que el área legal de PricewaterhouseCoopers ocupa el décimo lugar entre las bufetes de abogados y que el área legal de Ernest & Young ha triplicado su alcance mundial.

Por todo lo anterior, resalta la anticipación del Despacho Casas Alatriste.

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El Gran Café de la Parroquia

En marzo de 2.012 publiqué un artículo sobre la Parroquia, seis años y medio después cambiaron algunas cuestiones, vale la pena actualizar la información. Recordemos los antecedentes.

Aunque desde principios del siglo XVIII se establecieron tiendas expendedoras de café en esa misma acera, frente a la catedral de Veracruz, es hasta 1805 que se conoce la fundación de uno de esos negocios en la precisa esquina de Parroquia y María Andrea (actuales Independencia y Gutiérrez Zamora). Pero es hasta 1808 que se considera fundado lo que a partir de1838 será tienda y café y en 1858 se conocerá como Café de la Parroquia, importando la novedad europea de colocar mesas bajo los portales.

Cambiará de dueño varias veces y en 1938 se le dará el nombre de Gran Café de la Parroquia. En 1994 enfrenta el más grave problema de su existencia abandonando su local inicial y emblemático, para mudarse frente al Malecón en la calle de Gómez Farias. Pero sobrevive, a pesar de que con la originalidad que caracteriza a ciertos competidores, un café se instala en su ubicación inicial y otro se coloca a unos pasos.

Los socios se dividen en dos grupos, uno de ellos conocido sólo como La Parroquia de Veracruz otorga una franquicia en la ciudad de México en 2008, y abre unidades en Plaza del Sol y en Boca del Río, en 2012.

Para el grupo que conserva la idea original, 2008 parece ser el año clave ya que inaugura una sucursal en Boca del Río y desde ese momento abre 14 módulos en el estado de Veracruz y uno en la ciudad de México en Polanco.

Su lema es “el café como debe ser” y México lo ha creído así. Por algo Porfirio Díaz se detuvo antes de subir al Ipiranga para tomar un último café lechero, Agustín Lara lo visitaba cuando estaba en el puerto, el ex presidente Adolfo Ruiz Cortines jugaba al dominó en una de sus mesas, Carlos Fuentes lo consideró el lugar ideal para iniciar sus programas de la serie “El espejo enterrado” y varios presidentes mexicanos desayunaron allí cuando visitaban el Puerto.

Tiene afluencia de 2,000 personas en días bajos y de 4,000 en días altos, un promedio de 2,750 cafés vendidos al día en los locales grandes y platillos que han ingresado en el menú nacional como las bombas con nata, nos hablan de un negocio que ha mantenido la tradición, pero que ha sabido ingresar en el siglo XXI. Cuando se entra a sus instalaciones se puede sentir el sabor de lo conocido, pero se percibe que no desdeña la modernidad necesaria para atraer, además de los turistas, a clientes jóvenes, a familias y a hombres de negocios.

Hoy su página nos reporta cuatro unidades en el Puerto de Veracruz; una en Puebla, más dos módulos recién abiertos dentro de la UDLAP, y en la Ciudad de México está la franquicia original y cuatro pequeñas unidades, una de ellas a la salida de Wal-Mart Universidad y otra en Wal-Mart de Félix Cuevas. Una apuesta interesante por unidades con mínimos costos fijos digna de observarse y esperar que tenga éxito.

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Contabilidad e Ingeniería

Los ingenieros, desde un punto de vista tradicional y funcional, son los encargados del área de producción en las empresas manufactureras o de la logística en las grandes empresas comerciales y candidatos naturales y aventajados a la dirección general, porque conocen a fondo esta parte de la organización. Uno de sus puntos débiles sería la falta de conocimientos financieros, de manera que debemos celebrar que los nuevos planes de estudio de algunas carreras como ingeniería industrial y la ingeniería en logística y en cadena de suministros han incluido uno o dos cursos (contabilidad financiera y contabilidad de costos) para dar a sus egresados el conocimiento de una herramienta que completa el bagaje del que disponen. Puede apreciarse que diversas licenciaturas no pertenecientes al área de negocios han incluido también materias de contabilidad, al tomar conciencia de que sus egresados pueden llegar a puestos directivos y no deben carecer de esta herramienta.

Hay empresarios que aseguran preferir a su lado a un ingeniero y sobre todo en la dirección de su negocio, por encima de otros profesionales, ya que les proporciona la seguridad de ver con objetividad los aspectos generales, ahora más sólidamente por sus conocimientos contables, y los aspectos particulares técnicos y operativos de la producción. Hace años un directivo me decía que los ingenieros devienen en administradores y lo decía como elogio, como un área más que acaba siendo parte de su alcance profesional y dónde compiten con buenas posibilidades de ganar.

Los ingenieros tienen excelente bases matemáticas, de manera que la aritmética que se usa en la contabilidad no se les dificulta. Aunque no haya estudios al respecto, puede afirmarse empíricamente que son buenos estudiando contabilidad, para ellos resulta relativamente fácil y sólo les causa extrañeza que esté basada en acuerdos y no en leyes inmutables como la física o la química. Algo que les causa problema es la argumentación posterior al encuentro del número clave que servirá de base para tomar su decisión, a veces sólo lo muestran al interlocutor sin decir más nada, como esperando que el número hable o que la otra parte concluya exactamente lo mismo que ellos han logrado entender, lo cual no es fácil si se dialoga con un profesional de otra área. Su relación con el contador es casi siempre excelente.

Derivado de lo anterior, no es extraño que algunas empresas recurran a ingenieros para desarrollar labores que en una época hacían solo los contadores, la llegada de estos profesionales a las casas de bolsa, por ejemplo, revitalizó las áreas de análisis y las universidades a veces han preferido a ingenieros con estudios de maestría en finanzas o administración para ciertas cátedras de contabilidad o finanzas. No hay demasiados casos excelentes como Alberto Calva y Carlos Vidal, pero son buenos profesores en diferentes instituciones educativas y en diplomados o en capacitación para empresas.

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