A distancia, otra vez

Casi no hay día en que dejen de aparecer noticias sobre el buen aprovechamiento del trabajo a distancia y del uso de los medios digitales para mantenernos a salvo y ahorrarnos trabajo, esto obliga a volver a tratar el tema.

En primer lugar, el anuncio aparecido en Linkedin hace unos días por parte de PricewaterhouseCoopers, el más grande despacho de auditoría en el mundo, de ofrecer 5,000 empleos a nivel mundial sin importar si la pandemia se detiene o no. Lo cual empieza a dar una pista de que las grandes organizaciones aprovecharán el home-office para ellos mismos y para sus empleados. Lo importante es contratar talento y no en qué lugar se encuentre. Recién se ve a empresas trasnacionales contratando empleados mexicanos que no tendrán que moverse de su ciudad y reportarán vía remota a las sedes en cualquier ciudad del mundo.

Por otra parte, el periódico Reforma nos trae la semana pasada la noticia de que empresas como Reservamos, que vende boletos de autobuses en línea, tiene previsto para 2022 que el 33% de los boletos que se vendan en México sea a través de su plataforma, con un crecimiento superior al 150% de lo que se vendió este año. Las comparaciones que hacen entre 2019 y 2021, nos muestran un decremento similar en la venta de boletos físicos (24%) al aumento de la venta de boletos digitales (23%). Es un hecho perfectamente comprobable como cada vez más pasajeros en vez de mostrar su boleto físico al abordar el autobús muestran la pantalla de su teléfono celular. Ya ni hablar, por ejemplo, de boletos de avión, dónde la digitalización es todavía de mayores dimensiones.

Otro caso señalado por diversos consultores y defensores fiscales del contribuyente, son las actualizaciones que anuncia el SAT (Servicio de Administración Tributaria), ya incluidas en el Código Fiscal de la Federación, como el embargo de bienes vía el buzón tributario, es decir, de forma remota y un Programa de Vigilancia Profunda para realizar auditorías electrónicas. No olvidemos que la autoridad tiene en su poder, por la misma vía remota, balanzas de comprobación mensuales de las empresas, catálogos de cuentas, declaraciones parciales y anuales y comprobantes digitales de operaciones.

Sin dejar de lado, por supuesto, que universidades y escuelas regresan a clases presenciales, pero sólo parcialmente, ya que muchas, incluyendo a la UNAM aunque tienen ya abiertas las aulas, han puesto en operación modelos híbridos en que los alumnos presenciales conviven con alumnos remotos que, por diversas razones, no quieren todavía asistir en persona a los salones.

Y finalmente, la posible cuarta ola de la pandemia que ya azota a países europeos y que obliga a nuevos confinamientos y a poner en funcionamiento, nuevamente, todo tipo de actividades remotas.

La influenza en 1918 afectó al mundo por casi tres años y sólo nuestra enorme vanidad e imprevisión, en unos países más que en otros, hizo suponer que la actual pandemia nos afectaría menos tiempo.

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¿A qué hora pensamos mejor?

Un amigo contaba que le es frecuente no poder conciliar el sueño y en esos momentos tiene ideas interesantes, ya sea de cuestiones por resolver, de ideas para nuevos ejercicios para sus alumnos (es profesor de contabilidad) o de temas que debe tratar con compañeros de trabajo o amigos. Afirma que la otra noche tuvo que levantarse para anotar todo lo que le venía a la mente, porque estaba seguro de no poder recordarlo todo a la mañana siguiente. Le pregunté si le daba buen resultado y su respuesta fue: imagínate, tengo toda la semana trabajando con lo que se me ocurrió aquella noche.

Hace años un socio del Despacho Casas Alatriste contaba que todas las mañanas al llegar a su oficina se preparaba un café (costumbre que comparte con mi buen amigo Jaime Llano) y que se sentaba a elaborar una lista de pendientes. Era el momento más lúcido para él y allí, sólo sin ningún ruido ni interrupción, su mente producía una lista de actividades que se obligaba a desahogar en el resto del día y no se retiraba a su casa hasta concluirla. Tim Cook, el director ejecutivo de Apple, escribe correos electrónicos para su personal al despertarse ya que considera ese su mejor momento.

Un eminente contador y hombre de negocios me confiaba que él pensaba mejor mientras escribía y siempre procuraba tener a su alcance un lápiz para dejar consignadas en el papel las ideas que se le iban ocurriendo a lo largo del día. Él prefería el momento final de su jornada laboral para desarrollar tales ideas y anotarlas en su agenda o elaborar algún plan personal o instrucciones para su equipo de trabajo que entregaría al día siguiente.

Es conocido que John F. Kennedy dibujaba mientras sostenía importantes llamadas telefónicas con sus colaboradores o con otros jefes de estado y cuestionado al respecto explicó que no dibujaba nada en específico, pero que eso le ayudaba a pensar.

Grandes talentos tenían momentos en que todo se interrumpía para ellos y se concentraban al máximo en desarrollar nuevas ideas. María Curie podía desatenderse de manera tal del mundo exterior mientras trabajaba que sus familiares solían apilar libros a su alrededor formando un pequeño muro y ella no lo percibía hasta que terminaba sus razonamientos. Albert Einstein suspendía todo, incluso la plática que sostenía, cuando tenía una nueva idea y se aislaba hasta que lograba concretarla, siendo inútil hablarle ya que se había literalmente ausentado del mundo. Charles Chaplin iba componiendo los guiones de algunas de sus películas mientras filmaba y podía detener el trabajo de todo su equipo, mientras estaba sentado a la mitad del foro concibiendo nuevas ideas que, cuando concretaba, corría a escribirlas para continuar el trabajo.

Hay quienes logran lo mejor bajo presión, otros en la calma de su casa, algunos más mientras toman café. El punto es que todos tenemos un momento ideal para pensar, el cual debemos conocer, estimular y seguir a fin de obtener el máximo provecho de las buenas ideas que genera nuestro cerebro. Es recomendable sentarse un momento y plantearse la pregunta ¿A qué hora pienso mejor?

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Los cronistas de la Ciudad de México (segunda parte)

Como hoy es día de descanso, hablaremos de literatura.

Tras la muerte de Salvador Novo, el nombramiento de cronista fue para Miguel León Portilla (1926-2019) en 1974. El maestro León Portilla hizo reflexiones interesantes sobre la función del cronista, cargo al que no había aspirado y que realmente no era una actividad a la que estuviera dispuesto a dedicarse, así que terminó renunciando. En 1985 se designó a Guillermo Tovar y de Teresa (1956-2013) quien dos años después propuso la creación de un Consejo de la Crónica de la Ciudad de México que él presidiría. Comenzaron a nombrarse cronistas de cada una de las delegaciones, ahora alcaldías de la ciudad, incluyendo, desde 1997, a la cronista del Centro Histórico: Ángeles González Gamio.

Más allá de los nombramientos oficiales hubo escritores que fueron cronistas sin nombramiento, a través de su labor periodística enfocada en mayor o menor grado a describir la ciudad, sus habitantes y lo que sucedía en ella. Podrían citarse a:

Guillermo Prieto (1818-1897). Aunque su actividad e intereses fueron muy diversos, desde la política hasta la poesía, es el referente fundamental del siglo XIX y su libro Memorias de mis Tiempos, más otros muchos artículos escritos a lo largo de su vida describen a la ciudad con minuciosidad y cariño.

Ángel de Campo (1868-1908). Dedicó su escritura al ambiente de la Ciudad de México a través de la novela, como en La Rumba, o en las colecciones de sus artículos periodísticos Ocios y apuntes, Cosas vistas y Cartones.

Arturo Sotomayor (1913-1995). Periodista que escribió buen número de artículos y libros sobre la ciudad como De la famosa México el asiento, Viajes al pasado de México y otros. Pudo ser un adecuado sucesor de Salvador Novo, pero nunca fue debidamente valorado.

Carlos Monsiváis (1938-2010). Hombre de enorme cultura y gran popularidad. Dedico una buena parte de sus escritos a mostrar lo que era la Ciudad de México y sus personajes más emblemáticos. Amor perdido, Los rituales del caos y otras obras tratan de lo que sucedió en la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX, vistos a través de su crítica y su ironía.

Germán Dehesa (1944-2010). Con su columna en el periódico Reforma, se convirtió en el verdadero cronista de la ciudad y del país, de finales del siglo XX y principios del XXI. Su humor, su valiente denuncia y múltiples relaciones sociales le permitieron tocar casi todos los temas y mantener al tanto a los capitalinos de lo que valía la pena ser conocido.

Tal vez ahora una columna periodística no basta y es necesario usar otros medios para realizar la crónica de la ciudad. Por ello hay que mencionar, para cerrar este artículo a Héctor de Mauleón (1963) quien a través de artículos y de libros como La ciudad que nos inventa y La ciudad oculta I y II, más su programa de televisión El Foco, junto a Veka Duncan, difunde lo ha sido la Ciudad de México.

Larga vida a los cronistas de esta Ciudad de México.

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Concentrarse en un solo negocio

Aunque en el mundo de los negocios pocas cosas pueden afirmarse tajantemente y para siempre, es un hecho que en los últimos tiempos hemos visto a empresas exitosas concentrarse en su negocio básico y deshacerse de otras posibilidades que no suman y los distraen de su objetivo principal. Además, la crisis económica derivada de la pandemia sugiere que las empresas deben trabajar en sus fortalezas, en los negocios que más conocen, y vender los que intentaron en momentos más bonancibles de la economía. Tomemos algunos casos sucedidos en nuestro país.

El primer ejemplo es Wal-Mart en México que realizó un proceso de concentración en sus fortalezas, vendiendo Vips a Alsea en 2014, su Banco a Inbursa en 2015 y Suburbia a Liverpool en 2017, para enfocarse en los autoservicios. Incluso lo anterior se empezó a ver con la compra del total de las acciones de Wal-Mart Centroamérica en 2010 y su agresivo slogan de hace años: somos mercaderes.

En el caso de lo vendido por Wal-Mart, también Banco Inbursa se reforzó con la adquisición de Banco Wal-Mart, aumentando su número de sucursales y logrando una ubicación privilegiada dentro de los supermercados. Liverpool, mostró la misma concentración en su propio negocio, que además les resultó excelente cuando se percataron de que la marca Suburbia era mejor que la antiquísima Fábricas de Francia.

El segundo caso es Chedraui, quien ya era dueña de 123 unidades en el sur de Estados Unidos (California, Arizona, Nevada, Nuevo México y Texas), 64 El Súper y 59 Fiesta Mart. Resaltando que con un 28% de sus tiendas en Estados Unidos, éstas generaban el 43% de sus ingresos, lo cual evidentemente gustó a sus directivos. Diversas publicaciones anunciaron desde mayo pasado que a través de su subsidiaria Bodega Latina ahora adquirían el club de precios Smart & Final en 620 millones de dólares. Se trata de 254 tiendas para las cuales no se necesita membresía en California, Arizona y Nevada más 16 tiendas en el noroeste de México. Venden alimentos y artículos para el hogar. Su nueva adquisición tiene utilidades y permite triplicar su presencia en Estados Unidos.

Por último, desde agosto pasado se anunció, y fue concluida este mes, la venta que hizo Médica Sur de Laboratorio Médico Polanco a la empresa alemana Synlab International. Médica Sur contaba con 123 unidades de diagnóstico y venderá 102 de ellas en la operación mencionada, conservando menos de las 37 unidades que tenía antes de 2016, cuando adquirió Laboratorio Médico Polanco. La operación tiene un precio de 2,250 millones de pesos y permite que Médica Sur se concentre en los hospitales y que el gigante Synlab obtenga presencia en México.

De nuevo estos ejemplos sirven también para dudar si empresas como Alsea, que insisten en la dispersión, estarán también en lo correcto o no, ya que sus negocios son parecidos pero no iguales y los obligan a atender cuestiones diferentes o a tratar de homologar lo que no siempre debería intentarse.

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Los cronistas de la Ciudad de México (primera parte)

Como para algunas personas hoy es día de fiesta, hablaremos de literatura.

El final del siglo XIX y buena parte del siglo XX se encuentra marcado por la presencia de cuatro hombres que fueron cronistas de la Ciudad de México, los dos primeros de manera no oficial y los dos siguientes designados como tales y todos premiados con cambiar el nombre de la calle en que vivían por su propio nombre.

José María Marroqui (1824-1898).- Ejerció su profesión de médico durante un tiempo y luego se dedicó a la política, siendo secretario de Ignacio Comonfort, diputado federal y cónsul en Barcelona. Finalmente dio clase en la Escuela Nacional Preparatoria como modo de vida, pero su pasión fue la investigación histórica acerca de la Ciudad de México, la cual recorrió, investigó, preguntó y logró integrar una monumental obra en tres volúmenes La Ciudad de México, publicada después de su muerte. Es el primer documento sobre las calles de la ciudad con el que contamos, sus trabajos de investigación dieron para divertidas anécdotas, ya que fue echado de algunas casas e insultado por parecer demasiado inquisitivo en sus averiguaciones. Después de su muerte se le honró dando su nombre a la calle de Cuajomulco donde estaba su casa.

Luis González Obregón (1865-1938).- Abandonó sus estudios de derecho para dedicarse a la historia. Fue discípulo de Ignacio Manuel Altamirano. Escribió más de 60 libros sobre diversos personajes mexicanos y especialmente acerca de la ciudad de México. Fue cronista de la ciudad, extra oficialmente reconocido como tal en 1923 al cambiar el nombre de la calle de la Encarnación en que estaba su casa por el suyo, en el tramo comprendido entre las calles de República de Brasil y República de Argentina. Entre sus obras más conocidas están Las Calles de México, México Viejo y Croniquillas de la Nueva España. Al final de su vida tuvo que abandonar sus trabajos por haber perdido la vista, pero no le impidió seguir comunicando sus conocimientos y compartiendo los libros de su biblioteca que conocía de memoria, entre sus discípulos.

Artemio de Valle-Arizpe (1884-1961).- Abogado de profesión, periodista, político y diplomático que representó a México en España, fue oficialmente nombrado Cronista de la ciudad en 1942. Autor de más de cincuenta libros, los cuales fueron muy vendidos en su tiempo y algunos aún se reeditan, entre ellos destacan los dedicados a la ciudad como Palacio Nacional, Calle Vieja y Calle Nueva, Por la Vieja Calzada de Tlacopan e Historias, tradiciones y leyendas de las calles de México. Se le considera el escritor más representativo y más importante del Colonialismo o tradicionalismo mexicano, con un estilo rebuscado que supera al barroco y llega a lo churrigueresco. Sus relatos están llenos de información histórica y son muy divertidos. Se le rindió homenaje cambiando de nombre a la calle de Ajusco en que vivía por su nombre.

Salvador Novo (1904-1974).- Escritor de intereses muy diversos, ya que incursionó en la poesía, el teatro, la publicidad, el periodismo y la crónica de manera muy exitosa. Fue nombrado Cronista de la ciudad en 1965. Publicó más de cuarenta libros, entre los que destacan los dedicados a la ciudad como Nueva Grandeza Mexicana, Seis siglos de la Ciudad de México, Los Paseos de la Ciudad de México, Historia y Leyenda de Coyoacán y las crónicas de los sucesos de siete sexenios, tituladas La vida en México en el periodo presidencial de…. Fue un escritor de agudas y, a veces, crueles observaciones, pero es un deleite leer sus relatos sobre la ciudad. A la calle de Santa Rosalía, en que vivía, se le dio su nombre, en el tramo comprendido entre Miguel Ángel de Quevedo y Francisco Sosa.

Hay más cronistas, oficiales y extraoficiales, pero de ellos hablaremos en un próximo artículo.

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